Reinterpretación y adaptación de una reflexión de Roberto S. Mizrahi para Opinión S.
Dedicado a todos aquellos que siguen pensado que el Ajuntament de Callosa d'en Sarrià es su cortijo privado y que pueden seguir expoliandolo a voluntad.
La codicia es la maldición de
Ocurre que cuando la codicia es muy grande y actuamos desaforadamente impulsados por ella, caemos en el mundo de
Mientras tanto, la inmensa mayoría de los mortales trabaja duramente para lograr los ingresos que le permitan vivir con dignidad. Frente a la dedicación, al trabajo de las personas honestas contrasta la actitud del codicioso, siempre al acecho de la oportunidad para volver a operar. Quien rapiña generalmente tiene una historia de hechos parecidos y en su trayectoria ulterior es muy posible que reincida en otros hechos de rapiña. Si bien es posible que un cierto nivel de codicia sea inherente a la condición humana, aquéllos de los que estamos hablando transgreden límites que están claramente establecidos en la ley o en el código de convivencia entre ciudadanos que se respetan. Estos codiciosos, muchas veces compulsivos, causan heridas y dolor a sus semejantes pero no es esto algo que les afecte. El botín del fin del día es lo que cuenta.
La rapiña que queda impune, es decir, los casos de codiciosos que ejecutan un acto de rapiña y logran su cometido sin sufrir consecuencias legales o sociales, enervan el sentir y el funcionamiento del conjunto de
Ha habido codicia desde que el mundo es mundo y casos de piratería abundan en los anales de
Me pregunto si algún día, de alguna forma, las consecuencias de sus actos terminarán generándole a quien rapiña más nivel de ansiedad y de angustia del que cargamos quienes somos sus víctimas. O quizás su personalidad sea tal que hagan de la caza de presas su medio natural de vida. Un psicólogo sería el llamado a contestar esta cuestión. Mientras tanto no queda sino protegerse de los depredadores y limpiar de nuestra sociedad a los resabidos de codicia que se hubiesen enquistado.
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