Fuente: Elconfidencial.com
No se recuerda que Alfredo Pérez Rubalcaba haya perdido jamás la compostura. Ni siquiera en el trienio negro (1993-96) del último Gobierno de González cuando caían chuzos de punta y él era ministro de Presidencia y Relaciones con las Cortes; tampoco cuando, de 2000 a 2004 desempeñó la función de portavoz del grupo socialista en el Congreso; menos aún cuando, ya ministro de Interior con Rodríguez Zapatero, tuvo que digerir el mal llamado “proceso de paz” con la banda terrorista ETA. Un hombre que ha descargado de forma siempre medida y letal palabras como cuchillos contra sus adversarios, que domina el escenario mediático con gran soltura y que es un “último mohicano” del socialismo verité, no está a la altura de su propia trayectoria cuando se enzarza públicamente en una acalorada discusión con el diputado popular Carlos Floriano, le advierte de que “escucha” todo lo que dice y “ve” todo lo que hace, le adjetiva de paranoico y se refiere a la secretaria general del PP como “loca”.
Para que Rubalcaba cometiese este enorme error tenía que estar muy nervioso. Y al ministro de Interior le procura más inquietud la ineficiencia e incompetencia de los suyos que las capacidades dialécticas y políticas de los adversarios con las que está acostumbrado a confrontar con un férreo autocontrol. Así que, si Rubalcaba está nervioso –y parece que lo está— es que el resto del Gobierno padece histeria. Porque el desasosiego del responsable de Interior se convierte en todo un síntoma: hasta él, el valor más seguro y acreditado del Gabinete, yerra y mete la pata hasta el corvejón cuando maneja, además, el cuestionado sistema de escuchas SITEL que, por más sentencias del Tribunal Supremo que lo avalen, requiere una Ley Orgánica para su funcionamiento con garantías que el Gobierno socialista debería prestar haciendo buena su política de “extensión de los derechos y libertades”.
Errores como misiles
Y es que el Gobierno de Rodríguez Zapatero es un buque a la deriva en cuya línea de flotación vienen impactando misiles en forma de errores políticos del más grueso calibre. Y Rubalcaba es muy consciente de ello porque es un político que comparte gestión con becarios gubernamentales, lo que le irrita hasta la exasperación. Y los resultados cantan. No ha habido órdago que Zapatero no haya perdido.
Empezó con esa apuesta trágica del “proceso de paz” con la banda terrorista ETA que culminó con el doble asesinato en la T4 de Barajas el 30 de diciembre de 2006; continuó con el respaldo a un Estatuto de Cataluña, ese mismo año, que, además de romper el modelo de Estado, ha sumido al Tribunal Constitucional en un crisis de credibilidad difícilmente reversible; continuó con una testaruda negativa a admitir que entrabamos a principio del curso pasado en una recesión de gran calado que el Ejecutivo calificó de “desaceleración” hasta que la quiebra de Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, le devolvió a la cruda realidad y ha seguido con un proyecto de ley del aborto que rechaza buena parte de su propio electorado, porque quiebra de forma arbitraria el marco normativo de la patria potestad y de la familia.
Por si todos estos errores fueran pocos, en apenas tres años, el Gobierno ha pasado de definir un modelo de RTV pública con una buena ley como la de 5 de junio de 2006, implementando un razonable sistema de financiación de TVE, a desmantelar su único acierto y situando como máximo responsable del ente a un ex ministro de UCD de ochenta y un años. Y como colofón, la gestión –entre chapucera y patética—del secuestro del Alakrana que si feliz por el regreso hoy a España de los conciudadanos retenidos, es amarga por la comprobación de que el Estado se encuentra en manos de un Gabinete sin la experiencia, la capacitación técnica y la sapiencia política necesarias para manejar un episodio tan crítico como el sucedido en las costas de Somalia.
No es extraño que Rubalcaba esté nervioso y se le hayan ido los gestos en aspavientos y las palabras en advertencias. Porque cualquier ciudadano sensato y con un cierto sentido crítico lo estaría ante una vicepresidenta -María Teresa Fernández de la Vega- que acumula poder y abronca en público a la presidenta del Tribunal Constitucional; negocia de espaldas al propio PSOE el modelo de la TV pública; apuesta por la continuidad de un director del CNI al que el Consejo de ministros tiene que destituir a las pocas semanas; viaja a Argentina en plena efervescencia del secuestro del atunero español secuestrado; se crispa en las respuestas en el Congreso de los Diputados atribuyendo a la oposición una abracadabrante alineación con los piratas (sic) y se alza en una suerte de gobernanta adusta de los ministros (y ministras), rebasada por los propios poderes que acumula y las insuficiencias de capacitación que arrastra y que su probada voluntad de trabajo no puede soslayar.
El Gobierno tiene las elecciones perdidas
El Gobierno perderá las elecciones generales de 2012 (así se deduce al desentrañar técnicamente la última encuesta del CIS y según el resultado de las que dispone el propio PSOE) si es que llega a ellas este Gabinete, que es cosa que se puede poner muy en duda. Pero por el camino que lleva –de error en error-, no sólo las pierde de manera digna, sino por una extraordinaria goleada infligida por ese ejército de Pancho Villa que es el PP de Mariano Rajoy, el más sensato con diferencia de todos los líderes de la derecha española al día de hoy.
Desde el jueves, sabemos también que la OCDE nos remite a un lejano 2011 para comenzar a ver el final del túnel
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